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Diana Dalila Torres Obregón

Doctorado en Sociología

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Magíster en Desarrollo Urbano por la Pontificia Universidad Católica de Chile,
Arquitecta por la Universidad Nacional de Ingeniería-UNI. Docente de la Universidad
Nacional de Ingeniería e investigadora principal del Centro de investigación Urbes
Lab. Ha realizado investigación especializada en estudios urbanos y territoriales,
específicamente en temas referidos a la problemática de las ciudades
latinoamericanas: desigualdad urbana, informalidad urbana, políticas públicas de
acceso al suelo y a la vivienda y planificación urbana.

LA CIUDAD DE LA ETERNA ESPERANZA.

Las prácticas residenciales en la (re)producción de desigualdades socioespaciales en Lima, Perú (1990-2024)

 En Latinoamérica, desde la década de 1990, las tradicionales tomas de tierras y las relaciones mercantiles simples (Azuela, 1993) que permitían la urbanización por autoproducción de espacio urbano y autoconstrucción de la vivienda para la población más vulnerable se han reducido hasta casi su extinción. El libre mercado de suelo ha invadido los espacios autoproducidos reconfigurado las prácticas sociales y disminuyendo la cohesión social y la organización comunitaria (Roberts, 2011), pilares fundamentales para la politización de la vivienda y las respuestas contenciosas para acceder a los recursos estatales y satisfacer derechos fundamentales. Paradójicamente, la desigualdad en el acceso al suelo y a la vivienda se incrementa en un espacio que se autoprodujo inicialmente para reducir esas limitaciones. En este contexto, busco responder: ¿cómo acceden los hogares al suelo y la vivienda bajo lógicas mercantiles de acumulación en espacios urbanos autoproducidos? ¿cómo dan sentido a su vida y resuelven sus necesidades básicas? entendiendo que las prácticas sociales residenciales permiten entrelazar las estrategias sincrónicas con el proceso histórico que ha ido configurando estas zonas urbanas.

El argumento central de esta tesis es que, desde el giro neoliberal del Estado peruano en la década de 1990, las relaciones mercantiles y las disputas por el espacio son centrales en la vida cotidiana de los hogares que habitan barrios autoproducidos, moldeando sus narrativas sobre merecimiento de derechos y sus estrategias de sobrevivencia individuales y colectivas.

Esto conlleva a tres efectos: (i) los individuos se vuelven hiper-agentes desplegando múltiples estrategias para satisfacer las necesidades básicas del hogar, lo que influye en el incremento del sentido de auto-responsabilización de sus carencias materiales. Mientras que los individuos con mayores recursos aprovechan las oportunidades del mercado de suelo para extraer ganancias a costa de la vulnerabilidad de los individuos y hogares menos favorecidos. (ii) Por el alto sentido de auto responsabilización de los individuos, la organización colectiva sirve, principalmente, como un medio para negociar beneficios particulares y no tiene como fin acciones contenciosas para reclamar derechos fundamentales o establecer la vivienda como un bien común (iii) Esta situación ha intensificado las estructuras de las desigualdades socio espaciales y sus mecanismos de reproducción, pues el suelo es al mismo tiempo un satisfactor de necesidades y un reproductor de desigualdad. (iii) Los hogares tienden a naturalizar las desigualdades socioespaciales, debido a la alta inestabilidad socioeconómicas que enfrentan, ya que la obtención de suelo les permite construir una vivienda como sostén para su reproducción social o como recurso económico que pueden movilizar cuando sea necesario, dentro de un espacio institucional flexible normativamente y legitimado socialmente.