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Desde los años 2000 hubo un cambio en el estudio de las desigualdades que lentamente dejó atrás la concepción exclusiva de la economía, enfocada en la desigualdad de ingresos, para adoptar una versión más inclusiva (para una visión general Costa, Jelin y Motta 2017, Bashi-Treidler y Boatcă 2016, Guidetti y Rehbein 2014). Ésta se basa en el hecho de que desigualdad se puede expresar en diferentes dimensiones, es decir, es multifacética y no se limita únicamente a los ingresos o la riqueza individuales.

Varios autores han elaborado tipologías para capturar las diferentes desigualdades que existen. Therborn (2013) ha ofrecido una clasificación tripartita de las desigualdades, teniendo en cuenta las dimensiones básicas de los seres humanos como organismos, personas y actores. Estas son:

Se refiere a desigualdades en las oportunidades de vida entre seres humanos. Tiene que ver con desigualdades en las tasas de mortalidad, tasas de malnutrición, esperanza de vida, expectativa de salud (años de vida libres de enfermedades graves), y otros indicadores (el peso al nacer, patrones de crecimiento infantil, etc.).

Se refiere a desigualdades en el reconocimiento de derechos de personalidad (autonomía, dignidad humana, libertades, derechos de respeto y desarrollo de la personalidad). Están por lo mismo muy asociadas a la discriminación legal (la negación del estatus legal de persona a los esclavos africanos hasta finales del siglo XIX en América Latina, o la restricción de libertades y la prohibición del voto a las mujeres hasta mediados del siglo XX), pero también a las desigualdades simbólicas, sicológicas y culturales (estigmatización, misoginia, racismo).

Se refiere a la provisión desigual de recursos para actuar. Es el tipo de desigualdad más estudiado y se ha enfocado en los ingresos, patrimonio y educación, aunque también se pueden analizar recursos sociales (el estatus social y educativo de los padres).