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1.1 Crecimiento, modernización y desigualdad

Si bien siempre han existido varias aproximaciones y perspectivas sobre el fenómeno de la desigualdad social, el estudio de la desigualdad propiamente dicho fue dominado a mediados del siglo XX por la visión económica. En particular, los economistas se enfocaron en las desigualdades de factores de producción (trabajo y capital) e ingresos y sus consecuencias macroeconómicas. Muchos de estos estudios surgieron dentro de los debates de posguerra sobre cómo impulsar el “desarrollo” en aquellas partes del mundo clasificadas como “subdesarrolladas” y caracterizadas por altos niveles de pobreza y desigualdad (Williams 2015). Este enfoque macroeconómico reflexiona, por un lado, sobre las desigualdades globales como desigualdades de ingresos entre Estados-nación y por otro lado, sobre las desigualdades de ingreso dentro de un país. Básicamente se trata de análisis comparativos cuya unidad analítica son los países, sin profundizar en las interrelaciones e impactos que pueda tener una economía sobre otra. En el marco de las teorías de la modernización (Rostow 1960, Lewis 1954), donde el desarrollo y la modernización son interpretados como sinónimos, se postulaba que todos los países pasarían por fases idénticas de desarrollo progresivo. Por lo tanto, las desigualdades de ingresos entre países se explicarían porque éstos podrían encontrarse en distintos estados de este proceso. El argumento central de estas teorías indica que mediante el crecimiento económico y la extensión del progreso tecnológico y científico – los sectores tradicionales (básicamente agricultura y subsistencia) serían absorbidos por el sector moderno (industrial) – por lo que todos los países estarían llamados a alcanzar altos niveles de desarrollo. Se argumentaba que dentro de la economía doméstica de cada país se produciría un efecto de “trickle down” (efecto goteo): el crecimiento económico lentamente alcanzaría los sectores económicos más pobres y de esta manera se nivelarían las asimetrías económicas existentes a nivel nacional y global. La condición para que éste pueda ocurrir en los países pobres es la modernización de la vida pública siguiendo las experiencias de las economías europeas.