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Realmente esta pregunta está mal formulada ya que está basada en una forma de ver el mundo derivada de paradigmas o teorías como el marxismo o el elitismo, las cuales no son necesariamente aplicables para entender la relación entre la inteligencia artificial y las élites. En primer lugar, el desarrollo y uso de la IA es muy disperso y no está en manos de un reducido número de empresas. Así como el ejercicio de la política recae en un reducido número de elegidos y la propiedad de los medios de producción en empresarios, el diseño de programas de IA no es controlada solo por un grupo cerrado o limitado de personas. Hay empresas líderes en IA, pero alrededor del mundo han emergido startups que han empleado IA para generar productos y servicios con un alto impacto. Por tanto, la IA no está controlada por una minoría. Su acceso y uso es mucho más abierto que los medios de producción industriales o los medios de comunicación de masas. La proliferación de lenguajes de programación como Python o modelos de lenguaje de IA como GPT-3 están al alcance de cualquier persona que desee usarlos.


En segundo lugar, no hay un solo camino en el desarrollo de la IA y no siempre está en manos privadas. Existen diferencias entre los países. En Rusia, el desarrollo de la IA se ha dejado en manos de un banco estatal. La principal empresa de tecnología en Rusia, Yandex, ha quedado relegada a un segundo plano en los esfuerzos nacionales de inteligencia artificial debido a su complicada relación con el Kremlin, y el conglomerado militar-industrial ruso, Rostec, se ha centrado en otras prioridades de alta tecnología y menos en la inteligencia artificial (Petrella et al., 2021). En cambio, en Estados Unidos y China, el gobierno coopera con el sector privado en la implementación de estrategias de uso y gestión de la IA. En conclusión, son necesarios nuevos marcos teóricos para entender la relación entre dos realidades de nuestro tiempo como la inteligencia artificial y las élites.


Una manera de responder esta cuestión es a través del índice Goverment AI Readiness que clasifica los países según el nivel de preparación de los gobiernos para implementar IA en la prestación de los servicios públicos a los ciudadanos (Oxford Insights, 2022). El ranking está basado en 42 indicadores de 10 dimensiones (visión del gobierno, gobernanza y ética en la implementación, capacidad digital del gobierno, adaptabilidad, tamaño del sector tecnológico que suministra al gobierno, capacidad de innovación del sector tecnológico, capital humano en la población, infraestructura tecnológica, disponibilidad de datos, y nivel de desigualdad en el acceso a datos). Estados Unidos lidera este ranking, como era de esperar, seguido de Singapur, Reino Unido, Finlandia, Países Bajos, Suecia, Canadá, Alemania, Dinamarca, y Corea del Sur. Los gobiernos de la Unión Europea han desarrollado estrategias o planes de IA y la población dispone de un capital humano elevado, al nivel de los países de América del Norte, pero el sector tecnológico no es tan grande ni innovador como en Estados Unidos. China ocupa la posición 15ª, España la 25ª y Rusia la 38ª. Los primeros países de América Latina, Brasil y Chile, se encuentran en la posición 40ª y 41ª respectivamente.

Sí, pero la IA parece ser percibida aún como una asesora o consultora que hace recomendaciones basadas en el análisis de grandes datos. Tokmakov (2021) señala que la introducción de la IA en la dirección de las empresas puede ser vista de tres maneras: 1) la IA es un asistente que simplifica el trabajo de los miembros del consejo de administración, 2) la IA sustituirá a una parte de los directivos en el futuro, y 3) la IA quedaría fuera del control humano y se convierte en una entidad legal autónoma. Estos posibles escenarios llevan a esperar una circulación de las élites ante el aumento de la inteligencia artificial, pero con cierta cautela. La IA puede tener mayores capacidades que un directivo en procesamiento de información, análisis de proyecciones y evaluación de estrategias, pero lo que no tiene (de momento) la IA son redes de contacto.