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3.1 Desigualdades: un fenómeno relacional

Cuando hablamos de desigualdades sociales, no hablamos de diferencias que tienen su origen en talentos o predisposiciones individuales o en la geografía natural de un lugar. La desigualdad tampoco es lo mismo que la pobreza que hace referencia a una carencia material (pero la pobreza puede ser consecuencia de la desigualdad). La desigualdad es siempre mediada por el ser humano, con el resultado de un acceso diferencial a un bien o recurso. Por ello, es “relacional”, establece una relación entre dos o más actores.

La desigualdad emerge entonces de relaciones interdependientes entre actores que son asimétricos, en el sentido de que los unos tienen o pueden porque los otros no tienen o no pueden. En otras palabras, la escasez de recursos o el deficiente acceso a bienes no se origina de manera natural, sino que es resultado de una desigual distribución. En términos generales, la desigualdad refleja la capacidad de ciertos grupos sociales o individuos para dominar y excluir a otros del poder, la riqueza u otros bienes.

Las élites como objeto de investigación

Estudiar desigualdades en una perspectiva relacional dirige la mirada hacia los sectores élites tanto a nivel nacional como a nivel global. No solamente son expresión de las grandes disparidades, sino pueden también contribuir a crear o reproducir desigualdades a través de su comportamiento. Se pueden identificar varios mecanismos para ello. Se puede observar la tendencia que los ciudadanos más acaudalados controlan los Estados, ocupando cargos altos desde donde deciden sobre las reglas políticas que se aplicarán en los países. Además, disponen de grandes recursos materiales que les permite influir en la toma decisiones políticas o sobre funcionarios públicos. Varios estudios sobre la región demuestran que las élites empresariales ejercen una influencia desproporcionada sobre las decisiones o instituciones públicas para promover sus negocios y mantener o aumentar sus ganancias y privilegios (Atria 2014; Fairfield 2015; Bril-Mascarenhas y Madariaga 2019; Crabtree y Durand 2017; Bogliaccini y Luna 2016; Durand 2016). De hecho, se afirma que las sociedades desiguales son particularmente vulnerables a la captura de las élites o a la captura política (Fuentes-Nieva y Galasso 2014; Dal Bo 2006; Thorpe y Mader). La influencia sobre las decisiones públicas puede darse a través de la corrupción abierta o a través de medidas más indirectas, como la financiación de campañas electorales. También es de uso común la "puerta giratoria" que permite una circulación entre instituciones políticas y empresas con el fin de promover las últimas (Durand 2019; 2016; Cañete Alonso 2018).